UNA
MUJER QUE QUISO SER ARTISTA
De
Anita Wainer
Hacía
un año que habíamos llegado a Barcelona, ya tenía la residencia y
era necesario buscar trabajo, por lo que decidí ir a presentarme al
sindicato profesional de músicos, para inscribirme y preguntar por
las leyes en Cataluña, los requisitos para hacer contratos de
trabajo y los beneficios que tendré una vez que fuera aceptada como
socia.
Conversé
con el Presidente de la Institución y me comentó que el sindicato
me protege en caso de tener problemas laborales y que cada dos años
se actualizan los convenios para saber exactamente cuanto debo cobrar
por mis actuaciones como músico.
Dejé
mi documentación para acceder al carnét de la Entidad y también
dejé un anuncio ofreciéndome como pianista, organista y guitarrista
y como profesora de solfeo, de canto, de guitarra y de piano.
A
los pocos días me llama por teléfono un muchacho, chileno, que dice
que se retira de su cargo de organista de la Basílica de Santa María
del Mar de Barcelona porque ha conseguido una mejor oferta de trabajo
en Francia y quisiera pasar a verme para ver si puedo quedarme con el
puesto.
Estuvo
en casa, tocó en mi piano algunas obras, además improvisó, yo hice
lo mismo y convenimos en que me quedaría con el trabajo una vez que
me conociera el Párroco y éste no pusiera ningún inconveniente.
El
Párroco de Santa Maria del Mar, era un hombre de unos 70 y pico de
años, muy culto, muy refinado, que no puso ningún inconveniente al
saber que yo era mujer, sudamericana y judía. Me dio la
bienvenida a la casa de Dios y me deseo mucha suerte. Me dijo además
que.estuviera tranquila, que me pagaría puntualmente después de
cada Boda o de cada Misa Solemne. Que el horario de mi trabajo me lo
daría por escrito una semana antes de cada actuación.
¡Y
comencé el día 4 de enero de 1983 a las 11 de la mañana, con una
boda sencilla, un día de frío glacial!
Nunca
antes había tocado en una Iglesia y además nunca antes había
tocado durante una boda por lo tanto no conocía el protocolo de la
boda ni de la misa, por lo que al comienzo debí seguir al sacerdote,
que desde el pulpito me daba las indicaciones con la mano o con la
cabeza.
Además
me explico que algunas bodas solo es la ceremonia de los esponsales
en si y otras veces, completa con la comunión. Que en realidad la
única que acepta la Iglesia es con la comunión, son pocas las
parejas que así lo requieren, solo vienen por lucirse en éste
hermoso Templo, las fotos, el vestido, la grabación de la música.
El
Párroco me dijo que por lo que él me pagaría yo debía tocar la
marcha nupcial de Mendelshon para la entrada de la novia y la marcha
nupcial de Wagner para la salida, además algún salmo bonito después
de que él lea una historia del Viejo Testamento y otra del Nuevo
Testamento, así que elegí una obra de Victorica, para estar en
consonancia con la época de la Basílica, después del sermón
agregue algunos compases del aria en re menor de Bach y luego
durante la comunión el Ave María de Schubert o el Ave María de
Gounod, a mi gusto.
Si
los novios querían algo más, hablarían conmigo y yo podía
arreglar con ellos las obras a añadir y los honorarios por tocarlas.
, en los mas de 3 años que estuve a cargo de la música del templo
pude ejecutar hermosas obras musicales en el Órgano acompañada
por selectos músicos contratados por mí para la ocasión por
encargo de los novios, cantantes y cuartetos de cuerdas, excelentes
profesionales, hicimos bodas realmente preciosas.
También
me explico el Párroco que la Iglesia Católica casa en nombre del
Dios de Israel y primero se lee una historia del Viejo Testamento,
normalmente el casamiento de Sara y luego se lee una historia del
Nuevo Testamento, la Carta de San Pablo a los efesios.
Aquel
4 de enero no lo olvidaré jamás, el frío se colaba entre mis
prendas, aunque yo llevaba medias de lana, botas, pantalones, el
poncho mapuche de pura lana de oveja y al cuello un enorme echarpe
de vicuña del norte de Argentina, por supuesto una boina y al
cuello llevaba colgado una gruesa cadena de plata de la que pendía
un enorme zodiaco mexicano.
Así
vestida crucé todo el centro de Barcelona, con rápidos pasos traté
de llegar cuanto antes a mi destino, hice un alto en la plaza del Pi,
donde tenía su puesto de pintora mi tía Coco, la hermana mayor de
mamá, que me dijo: “Ana no es manera de andar vestida por la
ciudad, algún loco, de los que nunca faltan te tirara de la
cadena.............”
Yo
bajé del bus que me traía desde mi casa y luego tenía unos 10
minutos de andar a paso rápido hasta la basílica.
¡Aquel
4 de enero, fue fantástico!
Temblaba
tanto, no sé si de nervios o de frío, ¡pero temblaba!, que al
finalizar mi primera boda el Párroco, pasó a mi lado y me dijo:
“Ana,
¡aquí no hay ratas para que esté tan asustada!”
Cuando
llegué a casa para almorzar, a las 3 de la tarde de un día gris, me
esperaban las hijas y mi marido, con la comida lista. ¡Que cara
tendría! Que mi marido le dijo a las niñas:
“¡Mamá
tiene la cara tan blanca porque ha visto un fantasma!”
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Tiempo
después, para el fin de año de 1986, me solicitaron para tocar
durante la cena, en un banquete que habían organizado unos franceses
de Marsella en un bonito hotel de Villanova y La Geltrú.
Para
ir al evento solicité la compañía de un muchacho de unos 28 años,
argentino, ya que ir sola en la carretera en un día tan especial no
era conveniente.
Me
vestí para la gala con un hermoso vestido de tela de telar negro,
largo, bordado con dos guirnaldas de flores en color lila que
recorren todo el vestido desde cada hombro hasta los tobillos.
Puse
en el auto mi piano portátil eléctrico en el maletero y el
acompañante a mi lado.........
Allá,
en el hotel, a mi ayudante, mientras yo tocaba durante la cena, le
sirvieron canapés y una bebida.
Al
terminar mi trabajo, ejecute durante toda la cena obras de
Beethoven, de Czerny, de Cesar Frank, de Pederewski, de Scarlati,
algunos tangos de Gardel, alguno vals de Strauss, alguna serenata de
Schubert, algunas antiguas canciones francesas. durante dos horas..
Luego nos sentamos a la mesa, en el comedor donde estaban los
invitados y cenamos tranquilamente el mismo menú que los
marselleses.
El
joven compañero de mi aventura por tierras catalanas, cada vez que
puede cuenta a sus amigos que :“ jamás le había pasado que un
fin de año le invitaran a pasar una noche espléndida, con buena
comida, buena música, buena compañía, buen chofer y. además.
¡le habían pagado!”
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