domingo, 28 de diciembre de 2014

UNA MUJER QUE QUISO SER ARTISTA

De Anita Wainer

Hacía un año que habíamos llegado a Barcelona, ya tenía la residencia y era necesario buscar trabajo, por lo que decidí ir a presentarme al sindicato profesional de músicos, para inscribirme y preguntar por las leyes en Cataluña, los requisitos para hacer contratos de trabajo y los beneficios que tendré una vez que fuera aceptada como socia.
Conversé con el Presidente de la Institución y me comentó que el sindicato me protege en caso de tener problemas laborales y que cada dos años se actualizan los convenios para saber exactamente cuanto debo cobrar por mis actuaciones como músico.
Dejé mi documentación para acceder al carnét de la Entidad y también dejé un anuncio ofreciéndome como pianista, organista y guitarrista y como profesora de solfeo, de canto, de guitarra y de piano.
A los pocos días me llama por teléfono un muchacho, chileno, que dice que se retira de su cargo de organista de la Basílica de Santa María del Mar de Barcelona porque ha conseguido una mejor oferta de trabajo en Francia y quisiera pasar a verme para ver si puedo quedarme con el puesto.
Estuvo en casa, tocó en mi piano algunas obras, además improvisó, yo hice lo mismo y convenimos en que me quedaría con el trabajo una vez que me conociera el Párroco y éste no pusiera ningún inconveniente.
El Párroco de Santa Maria del Mar, era un hombre de unos 70 y pico de años, muy culto, muy refinado, que no puso ningún inconveniente al saber que yo era mujer, sudamericana y judía. Me dio la bienvenida a la casa de Dios y me deseo mucha suerte. Me dijo además que.estuviera tranquila, que me pagaría puntualmente después de cada Boda o de cada Misa Solemne. Que el horario de mi trabajo me lo daría por escrito una semana antes de cada actuación.
¡Y comencé el día 4 de enero de 1983 a las 11 de la mañana, con una boda sencilla, un día de frío glacial!
Nunca antes había tocado en una Iglesia y además nunca antes había tocado durante una boda por lo tanto no conocía el protocolo de la boda ni de la misa, por lo que al comienzo debí seguir al sacerdote, que desde el pulpito me daba las indicaciones con la mano o con la cabeza.
Además me explico que algunas bodas solo es la ceremonia de los esponsales en si y otras veces, completa con la comunión. Que en realidad la única que acepta la Iglesia es con la comunión, son pocas las parejas que así lo requieren, solo vienen por lucirse en éste hermoso Templo, las fotos, el vestido, la grabación de la música.
El Párroco me dijo que por lo que él me pagaría yo debía tocar la marcha nupcial de Mendelshon para la entrada de la novia y la marcha nupcial de Wagner para la salida, además algún salmo bonito después de que él lea una historia del Viejo Testamento y otra del Nuevo Testamento, así que elegí una obra de Victorica, para estar en consonancia con la época de la Basílica, después del sermón agregue algunos compases del aria en re menor de Bach y luego durante la comunión el Ave María de Schubert o el Ave María de Gounod, a mi gusto.
Si los novios querían algo más, hablarían conmigo y yo podía arreglar con ellos las obras a añadir y los honorarios por tocarlas. , en los mas de 3 años que estuve a cargo de la música del templo pude ejecutar hermosas obras musicales en el Órgano acompañada por selectos músicos contratados por mí para la ocasión por encargo de los novios, cantantes y cuartetos de cuerdas, excelentes profesionales, hicimos bodas realmente preciosas.
También me explico el Párroco que la Iglesia Católica casa en nombre del Dios de Israel y primero se lee una historia del Viejo Testamento, normalmente el casamiento de Sara y luego se lee una historia del Nuevo Testamento, la Carta de San Pablo a los efesios.
Aquel 4 de enero no lo olvidaré jamás, el frío se colaba entre mis prendas, aunque yo llevaba medias de lana, botas, pantalones, el poncho mapuche de pura lana de oveja y al cuello un enorme echarpe de vicuña del norte de Argentina, por supuesto una boina y al cuello llevaba colgado una gruesa cadena de plata de la que pendía un enorme zodiaco mexicano.
Así vestida crucé todo el centro de Barcelona, con rápidos pasos traté de llegar cuanto antes a mi destino, hice un alto en la plaza del Pi, donde tenía su puesto de pintora mi tía Coco, la hermana mayor de mamá, que me dijo: “Ana no es manera de andar vestida por la ciudad, algún loco, de los que nunca faltan te tirara de la cadena.............”
Yo bajé del bus que me traía desde mi casa y luego tenía unos 10 minutos de andar a paso rápido hasta la basílica.
¡Aquel 4 de enero, fue fantástico!
Temblaba tanto, no sé si de nervios o de frío, ¡pero temblaba!, que al finalizar mi primera boda el Párroco, pasó a mi lado y me dijo:
Ana, ¡aquí no hay ratas para que esté tan asustada!”
Cuando llegué a casa para almorzar, a las 3 de la tarde de un día gris, me esperaban las hijas y mi marido, con la comida lista. ¡Que cara tendría! Que mi marido le dijo a las niñas:
¡Mamá tiene la cara tan blanca porque ha visto un fantasma!”
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Tiempo después, para el fin de año de 1986, me solicitaron para tocar durante la cena, en un banquete que habían organizado unos franceses de Marsella en un bonito hotel de Villanova y La Geltrú.
Para ir al evento solicité la compañía de un muchacho de unos 28 años, argentino, ya que ir sola en la carretera en un día tan especial no era conveniente.
Me vestí para la gala con un hermoso vestido de tela de telar negro, largo, bordado con dos guirnaldas de flores en color lila que recorren todo el vestido desde cada hombro hasta los tobillos.
Puse en el auto mi piano portátil eléctrico en el maletero y el acompañante a mi lado.........
Allá, en el hotel, a mi ayudante, mientras yo tocaba durante la cena, le sirvieron canapés y una bebida.
Al terminar mi trabajo, ejecute durante toda la cena obras de Beethoven, de Czerny, de Cesar Frank, de Pederewski, de Scarlati, algunos tangos de Gardel, alguno vals de Strauss, alguna serenata de Schubert, algunas antiguas canciones francesas. durante dos horas.. Luego nos sentamos a la mesa, en el comedor donde estaban los invitados y cenamos tranquilamente el mismo menú que los marselleses.
El joven compañero de mi aventura por tierras catalanas, cada vez que puede cuenta a sus amigos que :“ jamás le había pasado que un fin de año le invitaran a pasar una noche espléndida, con buena comida, buena música, buena compañía, buen chofer y. además. ¡le habían pagado!”
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