EL MUNDO SIGUE ANDANDO...
Por Ana Beatriz Wainer Amar
Rosas, Gerona, España, 25 de
diciembre del 2004.
Siento el olor a flores, a animales, a
leche recién ordeñada, a personas y a cosas, con esa capacidad
sensitiva que tenemos en la infancia y que quedan registrados en el
archivo de todos los sentidos, cada sentido tiene una memoria
registrada, y esa memoria se activa ante la sorpresiva aparición de
emanaciones, sensaciones o visiones que complementan nuestro presente
con pinceladas del ayer con lógicos emocionales resultados. Oigo a
las monjas en constante y diligente trajinar, y me sumerjo en el
bullicio y colorido de las fiestas.
Veo los rostros queridos que se
quedaron en el recuerdo y a los que hoy evoco emocionada y agradecida
por todo el amor que me dispensaron. Ante tantos recuerdos felices no
puedo evitar pensar, que las nietas jamás podrán conocer la
sensación de vivir a pleno campo sintiendo el palpitar de la
naturaleza cuando un fuerte e inesperado chaparrón alimentan la
tierra generosamente levantándose primero un tenue polvo y luego un
decidido aroma que se eleva agradecido al unísono con el olor a
hierba y flores mojadas diciéndole; “Gracias”, a la generosa
nube que entrega su vida para que otras vidas permanezcan en este
mundo donde solo el humano con poder no aprendió a conjugar las
palabras;
Generosidad, Fraternidad, Justicia,
Humanidad................
¡OH!¡ El campo!
No sé porque tengo tan discriminado
los valores entre la campiña y la ciudad, el campo me representa el
trabajo honesto, la sencillez, la humildad creadora, y la ciudad la
soberbia, la descarnada especulación, la despersonalización, el
canibalismo.
Seguramente hay detalles que ya no
recuerde, otros que se me hayan perdido, pero el campo dio forma a mi
personalidad, dio comienzo al desarrollo de mis capacidades psíquicas
y físicas, creo que debo decir que el campo fue mi primer maestro,
el que me enseñó mediante ejemplos variados y ricos en contenido lo
que seria mas tarde mi personalidad y mi carácter.
Viví mis primeros años de mi vida
dentro de una villa de retardados mentales, donde papá era médico
interno.
¡Cuánto tiempo a pasado!, sin
embargo lo recuerdo todo como en una película en colores, y no dejo
de maravillarme de esa aptitud psíquica que nos permite regresar al
pasado recordando todo lo que se ha fijado en la memoria, realmente
ella tiene una significación extraordinaria para la vida y la
actividad humana.
La villa esta al lado de Torres, que
es un pueblo de muy pocos habitantes que viven de la agricultura y la
ganadería, en aquella época, hace más de medio siglo, los caminos
saliendo de la carretera nacional, que se dirige a todos los pueblos
del oeste de la provincia de Buenos Aires, eran todos de tierra que
se transformaban en barro intransitable cuando caían dos gotas de
lluvia.
Torres es conocido por tener cerca el
hospicio “Montes de Oca”, un lugar donde una diversidad de
personas son abandonadas por sus familiares, el viejo problema de los
enfermos mentales que, se necesitaron siglos para se considerados
como tales. Casi podríamos decir que el desarrollo humanístico de
una nación se lo puede medir de acuerdo al trato y consideración
que se da al ciudadano alienado.
Las ideologías características de
cada época y sus sistemas sociales fueron perfilando la historia del
progreso científico especialmente del pensamiento psiquiátrico y
también, sus regresiones.
En la antigüedad se realizaron, entre
otras cosas, los primeros intentos para organizar la asistencia
psiquiátrica hospitalaria, sin embargo, estos progreso se olvidaron
mas tarde. En la Edad Media, la ciencia psiquiátrica no solamente
dejó de desarrollarse, sino que experimentó un gran retroceso.
Uno de los psiquiatras rusos más
eminentes: Peter Kaschenko dice con mucha razón:”En la agonía del
mundo antiguo y en las enormes catástrofes sociales y políticas que
le sucedieron se apagó la llama del conocimiento y del humanismo y
durante siglos reinó la oscuridad absoluta de la ignorancia y la
barbarie”.
O sea que, a juzgar por la barbarie
existente en nuestros días, aun vivimos en aquella oscura edad.
Con los desastres sociales que asolan
el mundo actual, me imagino con que vesania se gobernaba en aquellos
tiempos infames en que la ignorancia conducía a aberrantes prácticas
culturales.
Casi al mismo tiempo que el
materialismo de Demócrito, comienza a tomar cuerpo el idealismo de
Platón quedando claramente delimitado dos criterios opuestos sobre
enfermedades psíquicas, criterios que se ha mantenido durante
siglos. Los médicos materialistas veían en la enfermedad psíquica
una enfermedad del cuerpo y concretamente del cerebro. Al mismo
tiempo, los idealistas tanto filósofos como médicos consideraban la
psiquis (el alma, la idea, lo eternamente existente) como lo
primario, la base de la existencia y la material ( el cuerpo) como lo
secundario como resultado de la actividad de esta alma o como
substrato separado del alma y con existencia propia.
Es sorprendente como se puede llegar a
la conclusión de que, a pesar de tantos estudios y experiencias, los
curadores de almas ( religiosos) no quieran desprenderse de la teoría
platónica que tan buenos resultados les ha dado hasta hoy para
gobernar con o sin guitarra y toda molécula que moleste a la buena
marcha de sus negocios.
Esta ideología determinaba la actitud
de los médicos y religiosos hacia los enfermos psíquicos, viendo
en ellos a personas a las que los dioses habían privado de alma por
sus delitos o que estaban en relación con los espíritus malignos
provenientes del ateísmo, sectas heréticas entregadas al culto
perverso del enriquecimiento siempre ilícito. Los enfermos así
consideradas las cosas, no eran enfermos en el sentido propio de la
palabra, y por eso con ellos no se recurría a medidas de carácter
curativo, sino a la influencia moral, a la expulsión de los malos
espíritus y finalmente al castigo corporal a veces con resultado de
muerte.
La Iglesia católica enfrentada a la
ciencia laica, consideraba a los enfermos mentales como seres
colocados bajo el dominio del demonio, al que habían vendido su
alma. En esta época muchos sucumbieron en las mazmorras y en las
hogueras... el poder político utilizó y utiliza el diagnostico de
“enajenación mental” para fines inconfesables, tanto en el mundo
comunista como en el mundo capitalista, lo cual quiere decir que no
es cuestión de cultura sino de intereses, de oportunidades y de
calidad humana.
Las personas que nacen con un retardo
mental generalmente el intelecto se estancan a los tres años, que es
cuando se deja de ser infante y se pasa a la niñez, a veces el
retardo se produce al entrar a la pubertad, por esto su mente no se
desarrolla y su actividad intelectual se queda en esos niveles el
resto de su vida.
El estar bien informada me sirvió
para dar clases de Música con Profesionalidad.
Muchos de mis alumnos tenían y tienen
algún tipo de discapacidad física, mental o emocional y tuve que
adaptar el programa de enseñanza a ellos para poder ayudarles a
descubrir los secretos de un instrumento, ya sea el piano o la
guitarra y permitirles ingresar en un mundo no agresivo con el cual
podían, pueden comunicarse, integrarse y auto identificarse, sin
conocer el fracaso, mediante el uso de sus limitados medios físicos
o mentales.
La práctica musical coadyuvó para
mejorar sus aptitudes, sus calificaciones en la escuela, sus
relaciones con su entorno social, a tener mejor movilidad manual,
inclusive a tener mejor control sobre su temperamento, en suma a
sentirse felices.
Los especialistas que comprenden y
pueden evaluar plenamente la disminución del alumno pocas veces
poseen la habilidad o el conocimiento musical necesario para llevar
al alumno a un nivel profundo.
Ante esta realidad existente en el
campo de los especialistas de la educación y la terapéutica, no es
rara la actitud de las personas ajenas a este ámbito que pretenden,
cuando contratan los servicios de una maestra de música, que tanto
educando como profesora cumplan estrictamente la hora de trabajo como
si de apilar ladrillos se tratara.
Nuria, 20 años, inteligente, pero con
caídas depresivas preocupantes. Su médico sugiere a su madre la
conveniencia de unas clases de guitarra como complemento
terapéutico. Aun cuando ella estaba habituada al estudio ( hacia la
universidad, la carrera de traductora de ingles), la música le
planteaba una forma compleja y muy difícil para adquirir los
conocimientos necesarios para introducirse en su mundo.
No tenía problemas con la parte
intelectual, la teoría era comprendida sin dificultad, pero su
aplicación práctica en la guitarra le producía un foco de tensión
y ansiedad que limitaba su capacidad de concentración. Su mente era
más rápida que sus dedos.
El entrenamiento psicofísico aunque
para ella intenso, la lucha contra las dificultades arrojaba
resultados satisfactorios que “nos” proporcionaba instantes
placenteros al finalizar cada sencillo ejercicio bien tocado, digo
“nos proporcionaba” porque yo participaba mentalmente de aquella
gesta heroica de trasladar a la guitarra las notas y figuras escritas
sobre un pentagrama.
En una incomprendida y por supuesto
nada valorada tarea, elaboré un plan pedagógico para estos casos
especiales, sin embargo, cuando logré que Nuria tuviera plena
satisfacción de sus esfuerzos como guitarrista, la madre consideró
que no estudiaba suficiente para la hora que ella pagaba, a su
entender mi método no era serio.
Al poco tiempo de instalarme para
vivir en la Bahía de Rosas, fui contratada para trabajar en la
residencia de ancianos del pueblo, debía, una vez a la semana y
durante una hora atender a las necesidades musicales de algunos
residentes...para ello en el salón de actos de la institución se
reunían algunos “viejecitos” que llegaban por su propio pié y
otos en sillas de ruedas...todos esperaban ansiosos que mi esposo y
yo afináramos los instrumentos y les dijéramos por cual canción
comenzábamos a cantar. El entusiasmo era mayúsculo, cada uno hacía
lo que podía, unos leían las letras y otros hacían como leían
para que no les descubriera que no sabían leer...muchos desafinaban,
otros gritaban, los más aplaudían, nosotros dos seriamente como
correspondía a la ocasión, guitarras en mano...con toda la voz, sin
amplificación, felices, hasta que un día el director dijo; “Que
lo suspendía porque no había dinero para seguir pagando las
“clases”” ...(claro, la ignorancia es tal..) que es imposible
explicar que las “clases” de solfeo a esas edades y en esas
condiciones no son posibles y que afinar es un sueño de muy pocos, y
que lo principal en un lugar como ése es que el interno disfrute y
se divierta y olvide su situación.
De vez en cuando me acuerdo de
aquellos olvidados de la sociedad, que gesticulaban agitando los
brazos y hablando en voz alta a algún fantasma que ellos y solo
ellos podían ver.
Sus gritos lastimaban mis oídos. No
se porque extraña fuerza me clavaba en la tierra para contemplar
aquel horroroso espectáculo, lo cierto es quedé sensibilizada a
toda manifestación de dolor o agresión ya sea a otro ser humano
como a cualquier animal.
El asilo, una pequeña isla en ese
inmenso mar de hierbas no dejará nunca de motivar el asombro, de
invitar a la reflexión, de enseñarle al hombre a mirarse en el
espejo de los sin tiempo, desnudos de ambiciones, acosados por lamías
y endriagos cuyos gritos hieren a Eolo y conmueven los pétreos
fundamentos de la tierra. ¿adónde se dirigen?, son un clamor, un
llamado, un grito de deleite, una forma de canto ¿un estallido de
libertad o acusaciones lapidarias del cielo?
Para mí aquella etapa de mi vida fue
una hermosa universidad, que duda cabe, aprendí mucho, disfruté
mucho, sufrí mucho.
Y también recuerdo que allá en la
villa me acompañaba la vida que se manifiesta de distintas formas y
modos y en ningún momento nos abandona, hablaba con las gallinas,
con los patos, con mi perro, con mis muñecas...hasta el ultimo
momento de irme a dormir me arrullaba el canto de la noche que
envolvía mis párpados, el llamado de las ranas, el tosco ritmo de
los sapos y rococó, la suave voz del búho, la alegría del coyuyo
en tiempos de la algarroba, el canto solitario del grillo y todos los
lenguajes con los que se expresaba la noche se volvían susurros
hasta desaparecer en mis oídos con el más sutil de los pianísimos.