jueves, 20 de noviembre de 2014

Historia de Castello d' Empuries




por Jacobo Kaufmann
Mucho se ha escrito ya sobre varias aljamas judías del Empordá, el desarrollo y actividades de sus comunidades, sus personalidades, sus contribuciones culturales y científicas, así como sus vicisitudes, especialmente durante los violentos pogromos y matanzas de 1391, las conversiones forzadas, y finalmente la expulsión en 1492. Algo desapercibida hasta hace muy poco ha quedado entre el gran público una hermosa ciudad de encanto medioeval, en la que contrariamente a otras las aljamas judías gozaron de una relativa independencia administrativa y de la protección de sus autoridades civiles también en momentos de grandes tribulaciones. Estamos hablando de Castellón de Empúries, que se encuentra a mitad de camino entre Figueres y el Golfo de Roses, junto al río Muga.

Conscientes de su legado histórico y de la importancia que en la Edad Media tuvo en Castellón la presencia judía, una de las mayores y más significativas de la región, sus autoridades actuales han emprendido la honrosa tarea de ponerla de manifiesto y hacerse cargo de su difusión en base a escritos de investigadores locales y extranjeros, y la entusiasta labor de su Oficina de Turismo.
Castelló comenzó a florecer cuando en el siglo XI los condes de Empúries, señores de extensas comarcas a ambos lados de los Pirineos, decidieron trasladar su capital desde Sant Martí d’Empúries – frecuentemente atacada por piratas -, instalaron su residencia en la Vila Castilione, y la convirtieron en capital del condado.
Existe documentación sobre la presencia de una comunidad judía en Castelló a partir del año 1238, en que el conde Ponç IV o Ponç Hug III (1230-1269) concedió un extenso privilegio a los judíos de sus territorios, ofreciéndoles su protección y estableciendo las bases para la constitución de instituciones autónomas, adelantándose con ello a los edictos reales dispuestos para las comunidades judías de Barcelona y otras ciudades catalanas de importancia. Con este aliciente fueron llegando a Castelló numerosos judíos de aljamas vecinas, algunas de ellas hostigadas por las poblaciones cristianas, agobiadas por tributos excesivos y víctimas de toda clase de limitaciones impuestas por los respectivos señores feudales.
Las sinagogas
Se estima que la población judía de Castelló llegó a ascender a unas 300 almas. Muy pronto establecieron una sinagoga en el Puig de l’Era Mala, al sudeste de la villa condal, en lo que había sido la casa de la respetada familia de los Cocó, en el primitivo call judío que aún hoy se conoce como Carrer dels Jueus. Esta primera sinagoga fue expropiada a fines del siglo XIII y recuperada a mediados del XV.
A la persistente afluencia de judíos de comarcas vecinas se sumaron las oleadas inmigratorias de judíos expulsados de Francia en los años 1254, 1306, y de aquellos que lograron huir de las feroces persecuciones y matanzas perpetradas en los años 1320 y 1321 en Francia y prácticamente toda Cataluña por los así llamados pastoreaux. Eran éstos verdaderos ejércitos de facinerosos reclutados entre el populacho francés, que con la excusa de realizar cruzadas para liberar al rey Luis IX de su prisión jerosolimitana, asolaron numerosas aldeas y ciudades, entre ellas Paris, asesinando con crueldad inusitada a miles de sus pobladores, y ensañándose principalmente con los judíos.
Así se explica el pedido para el establecimiento de una segunda sinagoga en un edificio prácticamente en ruinas adquirido en el Puig del Mercadal, que como lo indica su nombre, era el centro comercial y artesanal de la ciudad. Esta sinagoga está documentada a partir del año 1284 y tuvo que ser ampliada en 1321 a raíz del crecimiento demográfico natural y por las graves circunstancias mencionadas. Las negociaciones para obtener los permisos necesarios no fueron fáciles, y costó convencer a las autoridades de la necesidad de espacio para un Talmud Torá, una carnicería, y otras instituciones comunitarias. Al parecer esta sinagoga fue según los parámetros de la época relativamente suntuosa, se constituyó en motivo de verdadero orgullo para sus fieles, y en consecuencia de molestia para el clero y sus allegados.
Claramente, basadas en la legislación del Bajo Imperio Romano que prohibía la erección de sinagogas nuevas y embellecer o agrandar las existentes, ni las autoridades civiles ni las eclesiásticas estaban en condiciones de otorgar una licencia expresa. En cambio aquí, como en otros sitios, el poder señorial demostró mayor comprensión por las necesidades religiosas de los judíos, a quienes por lo general consideraba fuente invalorable de ingresos para su tesoro. Estas consideraciones de índole pecuniaria crearon una situación de ilegalidad, que un siglo después aprovecharía el antipapa Benedicto XIII (Papa Luna) para justificar en sus bulas la clausura masiva de sinagogas.
Las obras de restauración y ampliación quedaron acabadas en enero de 1323. A partir de entonces y a lo largo de todo el siglo XIV los judíos, con o sin permiso, realizaron periódicamente obras de mantenimiento. Hacia 1415, pese a una inspección eclesiástica, también habían adquirido una casa vecina, que añadieron al edificio existente. Dicha sinagoga ha podido ser localizada a partir de investigaciones relativamente recientes junto al edificio de las antiguas pescaderías, cuyo frente puede verse aún hoy en la Plaça de les Peixeteries Velles.


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